La flacidez facial es una preocupación común a medida que envejecemos. A medida que pasa el tiempo, nuestra piel pierde elasticidad y firmeza, lo que puede resultar en una apariencia caída y envejecida. En gran medida, la flacidez facial se produce en paralelo a la pérdida y desestructuración del colágeno en la piel. Estas alteraciones en el colágeno se inician en la década de los 30 y van progresando a lo largo de los años aumentando la velocidad de pérdida de colágeno progresivamente.
En casos en los que la flacidez facial es más pronunciada, existen diferentes tratamientos estéticos disponibles, como la radiofrecuencia, la terapia con láser, rellenos dérmicos o hilos tensores que ayudan a estimular la producción de colágeno y tensar la piel para obtener resultados visibles de manera rápida y natural. Todos estos tratamientos tienen en común la inducción de colágeno en la piel, de manera que se pueda revertir parcialmente el proceso y ralentizar dicha pérdida.
En general, podemos clasificar los métodos de inducción de colágeno en mecánicos, térmicos y químicos.